Día importante para nuestra actividad: regresan las salas teatrales a sus capacidades originales en la ciudad de Buenos Aires. Noticia esperada por muchos desde hace más de un año y medio, lo cual no significa desconocer que la situación epidemiológica no ha concluido y que continuará sujeta a cuidados sanitarios. Seguramente, a quienes no se dediquen a esta profesión, les resulte difícil comprender por qué en el mundo del espectáculo – y más allá de sus fronteras- tanto se ha dicho y escrito sobre «el aforo» y la importancia de su alcance. El aforo está directamente ligado a la mayor o menor posibilidad de producción, a crecer o decrecer en proyectos, a agrandar o achicar las fuentes laborales directas e indirectas que el teatro y la música en vivo producen. Cabe aclarar que recuperar el aforo original al 100% no es sinónimo directo de buenos bordereaux, porque fracasos existen desde siempre, incluso en tiempos de bonanza. Eso es inherente al interés del público ante la oferta de propuestas.
Con la novedad oficializada, casi como una manera de repasar mis propios estados de ánimo en este último año y medio, elegí leer lo que fui escribiendo, a modo de diario personal de cada etapa vivida desde que el flagelo del Covid-19 irrumpió en nuestras vidas. Esos pensamientos, que la prensa difundió a sus tiempos, los fui archivando en nuestra Web (www.multiteatro.com.ar) como testimonio de una época. Una época en la cual mi habitual curiosidad por conocer los bordereaux de cada noche de cada espectáculo mutó por otro «bordereaux», en este caso dramático: esperar diariamente el dato de conciudadanos infectados o fallecidos. Nunca imaginé, en tantas décadas de profesión, ese cambio de paradigma. Sin embargo siempre tuve en claro que el bordereaux sanitario era el prioritario, el que marcaría el rumbo para aspirar a recuperar el de nuestro trabajo.
De entrada, mi primera convicción sobre lo que vendría (2020: el año que terminó en marzo) me sirvió para asumir mi responsabilidad empresaria. Debo confesar que para mucho me sirvió en aquel inicio una nota del periodista Carlos Burgueño en la cual reproducía una comunicación de un doctor en Humanidades, profesor en la Universidad de Barcelona. Víctor Küppers planteaba a dirigentes de empresas: «Esto lo vamos a superar, dentro de unos años hablaremos de esta situación , y lo importante será cómo quieres que te recuerden. ¿Cómo quiere ser recordada la clase empresaria argentina? Te van a recordar por cómo te manejaste». Nunca sabrá el para mí desconocido Küppers cuanto me ayudó a aclararme.
En mayo de 2020 pude plantear una (Hoja de ruta) mientras con otros/as colegas transitamos decenas de reuniones virtuales y presenciales en la búsqueda de estudiados protocolos, convencidos de su eficacia para el día que se pudiese retomar nuestra tarea. Mucho se trabajó en aquellos tiempos de clausura, incluso como para ser acreedor a una denuncia por haber concurrido a una reunión de trabajo a propuesta del Presidente de la Nación, intentando responder sobre el incierto futuro que nos aquejaba. Finalmente en noviembre, con un reducido 30% de aforo autorizado para las salas de espectáculos, pudimos dar un primer paso que celebramos emocionados (Ya no es una actividad clausurada).
Llegó el verano y la mirada se posó en las plazas teatrales de temporada. Mar del Plata como epicentro tuvo el peor resultado de su historia. Sin embargo, aún percibiéndolo de antemano, fuimos varios los que apostamos «a maquillar» con algunos teatros funcionando (Cuando abre un teatro, ganamos todos)
Cuando en abril ya celebrábamos funciones con más de un 20% de butacas ocupadas -luego del inicio de noviembre 2020 con un escaso 6% de espectadores- llegó lo que se llamó «la segunda ola», la cual restringió el horario de la circulación en la vía pública y, entre otras actividades nuevamente clausuradas, se incluyó a la nuestra. Ese retroceso, mensaje en contrario a la confianza del público que intentábamos recuperar con la implementación de cuidados protocolos, volvió a pesar en la ya profunda crisis del sector. Sin embargo, siempre anteponiendo el foco en lo sanitario, algunos preferimos trocar la queja en propuesta (Pasaporte Cultural)
En junio 2021, ya con el 50% del aforo recuperado y con el Pasaporte Cultural aprobado para transitar en horarios restringidos, comenzó esta última etapa que hoy podemos imaginar como de «nueva normalidad». En todo este tránsito hubieron claroscuros, incluso con anécdotas de aforo y protocolo como la vivida entre un espectador abogado y una política muy conocida (No hay más localidades), hechos que quedarán pequeños y casi risueños dentro de una tragedia mundial que también nos golpeó fuerte.
Volviendo al principio, hoy finaliza una etapa importante relacionada con la pandemia que nos ocupa y comienza otra para las artes escénicas. Tengo en claro que el tan mentado aforo es solo una coordenada más dentro de un decálogo sanitario que deberemos seguir cumpliendo. Prácticas ya habituales como la toma de la temperatura, el uso del alcohol en gel, los testeos preventivos a los equipos de trabajo, los ingresos y egresos de los ámbitos evitando aglomeraciones, la no utilización de los halles, la renovada ventilación y el uso permanente del barbijo durante las funciones llegaron para quedarse un largo rato. De eso también se trata la «nueva normalidad».
Hace 18 meses y medio nuestra empresa colocó una marquesina gigante sobre la avenida Corrientes que llegó a mostrarse en medios de otros países. El texto fue elocuente «Bajemos el telón para cuidarnos. Habrá tiempo para volver al teatro». Hoy siento que llegó ese tiempo. Nuestro colectivo artístico no lo apuró. Lo bancó incluso sin resto. Aquella posición es la que hoy nos da mayor crédito para esperar a los espectadores y espectadoras con los telones listos para subirlos y disfrutar del vínculo de cultura y esparcimiento que el espectáculo propone. Comienza con más fuerza el momento de volver a vernos.