La falta de ficción en la televisión abierta acarrea, además de la preocupante economía individual que impacta negativamente en el conjunto de actores, un perjuicio futuro para el mundo del teatro.
La difusión en la televisión gratuita de los trabajos de centenares de buenos artistas provocó, en multiplicados casos, el interés de la audiencia por verlos “en vivo”.
Sobran los ejemplos de aquellos muy buenos programas televisivos de ficción desde los cuales se lanzaron a los escenarios a actrices y actores que aún hoy encabezan las marquesinas de los más grandes teatros.
¿Existirán en el futuro nuevas camadas de actores convocantes que puedan sostener económicamente el mantenimiento y funcionamiento de esos grandes edificios? ¿Alcanzará con algunos éxitos en plataformas?
Se equivoca el empresario teatral que festeja el corrimiento de una gran masa de importantes nombres propios a los escenarios de la Av. Corrientes -como ocurrió este año que finaliza- ante la falta de ficción. Miremos una década más adelante.
Desde el quehacer teatral, cuna de la ficción, debemos apoyar el regreso de nuestros actores a las pantallas de la televisión masiva.
Sin dudas, además de solidario hacia el colectivo de artistas con el cual nos relacionamos profesionalmente, resultará también otra eficaz manera de continuar fortaleciendo la actividad teatral nacional del futuro.
Esa que debe interesarse en medir cualquier teatrista, por encima de toda coyuntura.