Este año, la venta de boletos teatrales, buen termómetro de la clase media -su principal cliente- se desmarcó del resto de rubros o servicios.
En enero nos corrimos de eje porque, usualmente, lo que en los primeros días del verano marplatense empieza a ser un ‘boca de urna’ del porcentaje en más o en menos de las distintas actividades que ofrece la ciudad se separó esta vez.
A finales de 2023 pensaba cómo sumarme desde mis teatros a los festejos por los 150 años que cumplirá Mar del Plata el próximo 10 de febrero. Qué hacer desde mi lugar, en ésta, mi temporada teatral 46° sin faltar a ninguna.
Ahí se me ocurrió -observando el rango de precios de 8 a 12 mil pesos de las entradas del circuito comercial del teatro de la Av. Corrientes de Bs. As. y también en las distintas giras por el país- ¿por qué no apretarnos a esos valores para el verano en Mar del Plata?
Al anunciarlo, debo reconocer que unánimemente la prensa lo transmitió en todo el país. En los portales de los distintos medios fui encontrando durante noviembre y diciembre que se anunciaba. La audiencia llegó a las boleterías con el dato previo.
Aquello, que arrancó siendo unipersonal, se multiplicó a todas las salas y en todos los espectáculos. Lo más notorio es que ya terminó enero y seguimos igual: el espectáculo más caro, el de más producción, en la mejor ubicación, no supera ese precio de 12 mil pesos, lo que terminó dando empatía y fundamentalmente certeza al público sobre algo que hoy como consumidores nos inquieta: no sabemos cuánto valen las cosas.
Concretamente, el teatro, en una ciudad que recibió algo menos de turismo, donde todos los indicadores comerciales reflejan para cada actividad una baja de entre un 5% y un 30%, mantuvo un promedio del 33% más de entradas vendidas en enero que el año pasado. Por eso se desmarcó de las distintas actividades de la ciudad.
Con esta iniciativa perforamos para abajo la inflación y la comparativa con otros bienes y servicios. A modo de ejemplo, una platea de teatro siempre costó 15 cafés de cualquier bar. Hoy cuesta ocho. No pasó nunca ni acá ni en ningún lugar del mundo.
Lo que sí hay que destacar en esto, a diferencia de otras actividades comerciales, es que nosotros no trabajamos con mercadería sino con materia prima humana.
Pude haber tenido la idea, ser su editor, pero detrás existe un colectivo de personas que se suman y juntos representamos el boleto teatral.
Una entrada al teatro no es de nadie, no es de una empresa, no es de un empresario, es de un montón de voluntades, de un montón de personas que están directamente ligados a un porcentaje de ese boleto. Por lo tanto sería imposible concretar la propuesta sin el aporte de actores, actrices, coreógrafos, directoras, autores, dueños de teatro, productores y más.
Entre todos resolvimos intentar subir el volumen de masa crítica de espectadores, bajando el interés per cápita de cada boleto gracias a ese grupo de personas, comprometidas con nuestra cultura y fuentes de trabajo.
A aquella idea la bauticé “precios amigables”, interpretando una idiosincrasia que lleva ya más de sesenta años en Mar del Plata, vinculando el mar con el teatro. Somos herederos de aquellos que lo impulsaron en este lado del Atlántico.
Este verano, en el aniversario de la ciudad, la gente de teatro sumó un granito más de arena a su acervo cultural y turístico.