Al teatro musical en nuestro país le cuesta equilibrar su balance económico desde siempre, incluso ante las jugadas de los grandes referentes que conocen del tema.
Sobró pericia empresarial en la mayoría de los intentos privados, pero que haya cerrado la caja fue solo espasmódico en contados casos. Demasiados pocos ante nuestra potente trayectoria teatral.
Me permito mencionar, sin creer que cometo una infidencia, una definición que hace muchos años me regaló Daniel Grinbank, histórico innovador del sector: una comedia musical solo la podés producir en Argentina si el corazón le gana a la cabeza.
Aún favorecidos por un talento humano excepcional y una pasión encomiable, tenemos muy pocos musicales de producción genuina, los cuales serían, en escala, los que les permitiría vivir de la profesión a artistas, creativos y técnicos.
La importancia desde lo laboral de los musicales se mide en puestos de trabajo directos e indirectos: un musical mediano conlleva para la producción entre cuatro a cinco veces las contrataciones de una comedia de texto; mientras que uno de gran porte multiplica por ocho a diez veces la cantidad de participantes, además de costosos montajes contra una comedia de decorado fijo.
Desde Madrid, Raquel Vidales, Jefa de sección de Cultura del diario El País, crítica teatral y referencia ineludible como redactora especializada en artes escénicas, es quien mejor aporta -bajo una mirada abarcativa y sin intereses personales- sobre el panorama local, el cual sirve de espejo deformado de nuestra realidad: hay catorce musicales en simultáneo en Madrid (hoy tercera capital mundial del género detrás de Nueva York y Londres) generándose una masa crítica de público pagante que lo consume. Además ese auge se completa con la creación de nuevos espacios de capacitación profesional para satisfacer la demanda artística y técnica que esta multiplicada oferta conlleva.
La capital española logró incorporar al teatro musical en el plan de los madrileños, como también entre quienes visitan la ciudad, tanto por el turismo español como del extranjero, ofreciendo funciones de martes a domingo en los principales teatros.
Hace un tiempo Vidales publicó un dato que Jesús Cimarro, presidente de la Asociación de Productores y Teatros de Madrid ratificó: el teatro musical solo en Madrid recauda más euros que todos los cines del país.
Faltaría agregar que de esa recaudación, casi el 50% se concentra en dos títulos de una misma productora (“El Rey León” y “Aladdin”) ¿Alcanzarán en el futuro a sostenerse los otros doce grandes títulos del mercado actual con algo más de la mitad del total recaudado? Creo que esa pregunta se responderá en un tiempo, confirmando si esta tendencia llegó para quedarse o se consolidará en una media más acotada de producciones. Hoy en Madrid donde ponés el ojo te entra un musical.
Argentina geográficamente no es la mejor aliada para el turismo internacional, y el nacional tiene su límite, entre otros motivos por una disminuida capacidad económica de la clase media, principal cliente teatral.
Justamente por eso, un musical exitoso como “Matilda” llama más la atención.
Sin embargo, el desafío es propiciar el efecto multiplicador del rubro, aumentando las apuestas de gran producción con dos objetivos: crear el hábito en las audiencias, como sí lo logró exitosamente el teatro de texto aquí, y favorecer la contratación de nuestro gran capital en talento para que pueda mostrarse en los escenarios nacionales, además de vivir de la profesión.
Argentina no será el tercer país en el mundo en teatro musical, pero intentemos ser la primera plaza en América Latina.
Vamos por eso. Ya sería un montón.